22 octubre 2006

Despertar

Desperté en la cama y noté su esencia, que me decía que no estaba solo. Su olor, que la hacía única, inundaba la habitación. Ni tan siquiera tenía que girarme para saber que estaba allí, pero lo hice para contemplarla mientras dormía ajena a todo. Pasé mis dedos por su pelo suave y rubio que le tapaba la cara. Se despertó y abrió los ojos. Esos ojos azules me miraban de una manera tan cálida y cautivadora que invitaban a reposar y perderse en ella. Los rasgos de su cara, de facciones delicadas, acordes con la calidez de sus ojos, eran una alegoría a la tranquilidad. De sus finos labios salió un “buenos días” que me devolvió a la realidad de la que me había evadido mirándola. Me dirigió una sonrisa y se levantó.



Era encantadora, casi siempre con una sonrisa en su boca. Tenía un carácter fuerte y de un gran impulso, pero siempre me acababa demostrando su cariño y su calor. Me lo demostraba día tras día, con sus palabras, con sus gestos y con sus acciones. Era miedosa e insegura de si misma y pecaba de soñadora e ingenua en algunas ocasiones, pero en los últimos años debido a su edad había madurado mucho y poco a poco fue dejando atrás miedos e inseguridades que le impedían seguir adelante. Disfrutaba comprando ropa y libros, viendo series americanas y leyendo, y los dos éramos felices recorriendo las calles de Barcelona, esa ciudad que había visto nacer nuestro amor.


Mientras se dirigía al baño me encanté otra vez contemplándola. Desbordaba sensualidad y su cuerpo, como el de una princesa, me hacía creer la persona más afortunada del mundo. Lo soy, estoy seguro de que lo soy.

David Guerrero

1 comentarios:

Anónimo dijo...

te sales neng!!! solo te digo esto por ahora que estoy yo parco en palabras pero ... te sales

la historia con matices.. me suena mucho ;-)

un abrazo