El otro día me explicaba mi madre que la hija de una amiga quiere estudiar Periodismo, y me preguntaba qué le podía decir a la pobre ingenua. Mi primera respuesta impulso ante esta situación siempre es la misma: "¡que estudie otra cosa!". Luego, pensándolo bien, reflexionas y quizás sea una de esas personas que tiene vocación (a veces dudo si existe) y que quizás le pase como a ti, que no te imaginas trabajando de otra cosa que no sea algo que tenga relación con la palabra comunicación. Si realmente es así, se meterá en una facultad a soportar estupideces durante cuatro o cinco años, hará amigos, aprenderá alguna cosa y se buscará la vida fuera, trabajando de gratis pero feliz. Y algún día -esperemos- sobrevivirá de ello.
Estimada M.:
El otro día me encontré con tus padres y me han dicho que quieres ser periodista cuando termines el Bachillerato. Me han dicho que te gustaría dar las noticias en algún periódico o telediario, explicarle a la gente lo que pasa en el mundo y darle criterios para que se forme su propia opinión.
Todo esto me parece realmente estupendo, pues no son pocos los que se acercan al periodismo con el deseo de alcanzar poder, fama o simplemente un buen sueldo cuando, para eso, lo mejor es meterse en política, meterse en la cama con algún famoso -perdona si hablo demasiado claro- o estudiar en alguna prestigiosa escuela de negocios. Sin embargo, déjame que te comente algunas cosas que me parece que debes tener en cuenta antes de tomar la decisión definitiva.
Ser periodista no es una “profesión” fácil -luego te explico las comillas-. Un periodista tiene que pensar muy rápido y escribir, editar o locutar más rápido aún. Y todo ello sin entender ni expresarse incorrectamente. Algunos te dirán que hay que estar a la última en tecnología, pero yo no me refiero a eso. La tecnología cambia continuamente y se aprende bastante rápido. Las habilidades cognitivas y expresivas a las que me refiero se aprenden con más lentitud, pero son más estables y se pueden aplicar a cualquier medio.
Lo que sí es cierto es que el paso del lenguaje analógico al digital ha multiplicado la cantidad de datos e informaciones, con lo que a estas capacidades, digamos tradicionales, has de sumar una buena capacidad de búsqueda, almacenamiento y selección.
Y, sin embargo, esto no es suficiente para considerarse un buen periodista. Has de ser valiente. Y me explico. El periodista sabe que todo el mundo quiere quedar bien delante del micrófono o de la cámara, que nadie quiere ser cuestionado ni mucho menos contradicho en sus afirmaciones. El periodista sabe que siempre nada a contracorriente y que eso requiere una gran energía, una gran convicción. Por eso, ha de ser un poco escéptico y muy crítico ante quienes les ofrecen informaciones aparentemente desinteresadas.
Y he aquí lo más importante, mi querida amida. Un periodista que se precie no puede perder de vista cuál es el sentido de su trabajo, porque éste es el que le da la fuerza para afrontar todos los obstáculos. ¿Y cuál es ese sentido, esa finalidad, ese objeto propio, ese bien específico, llámalo como quieras? Pues lo que les has dicho a tus padres. Tu misión es explicar lo que ocurre, no lo que otros dicen que ocurre, en los diferentes ámbitos de la sociedad.
Esto, que parece tan simple, es en realidad lo más difícil. Cuando empieces a trabajar, apenas tendrás tiempo para pensar. De hecho, otros ya habrán pensado antes por ti. Partidos políticos, empresas, instituciones y ciudadanos habrán diseñado una estrategia más o menos definida, más o menos planificada, para salir en los medios cuando quieran y como quieran. Los propietarios del medio para el que trabajes también tendrán unos objetivos, que transmitirán a tu director y éste, a su vez, a tus jefes inmediatos. Ojo, tener una estrategia no es bueno ni malo. Es lo más sensato. El problema viene cuando la estrategia sólo busca el interés propio, sin importar las consecuencias para el resto de los ciudadanos. Lo difícil es distinguirlas.
De hecho, al principio no percibes casi nada. Uno suele comenzar a “trabajar” -ahí van otras comillas, para después- en secciones o temas intrascendentes, se toma las indicaciones de sus jefes como consejos profesionales y no como orientaciones interesadas, todo le parece nuevo y digno de ser contado. Pero el tiempo pasa y uno va viendo que la agenda es apretada, que si quiere profundizar en algún tema ha de ser en su tiempo libre, que la empresa no quiere apostar por el periodismo de investigación… Y que prosperan profesionalmente las personas que son más fieles a los enfoques que dicta el director. Y puede que pierdas algo de energía, algo de curiosidad, algo de interés por verificar, por contrastar … Y puede llegar el día en que descubras que hace mucho tiempo que dejaste de pensar por ti misma y te limitaste a seguir la corriente. Justo lo que dijimos que un periodista no debía hacer, ¿recuerdas?
Mucha gente te dirá que las cosas están fatal, que con tantos licenciados y tanta precariedad, no está el horno para bollos. Ahora te explico las comillas. Todavía no tenemos claro cuál es nuestro papel como periodistas, al menos en España, que es lo que conozco un poco mejor. Nos llenamos la boca con que somos una profesión, pero la realidad es que todo vale y que se considera periodista a cualquiera que trabaja en un medio de comunicación. De hecho, también he de decírtelo, no es imprescindible cursar la carrera de Periodismo para ejercer como tal. Y los periodistas saben que, si no acatan las directrices que les mandan, cualquiera ocupará su lugar. En resumen, mi querida amiga, los periodistas españoles hace tiempo que dejaron de vivir el periodismo para sobrevivir en él.
Tranquila, no he terminado todavía. Yo creo que se puede hacer algo, que siempre se puede hacer algo o, al menos, que uno no puede quejarse y quedarse con los brazos cruzados. No es coherente. No es sano. Una persona que cree en una cosa y hace otra se está tirando piedras sobre su propio tejado que se manifiestan en mal humor, críticas destructivas, cinismo, resignación, depresión… Si, a pesar de todas las dificultades que te he comentado, sigues creyendo que hacen falta profesionales que se dediquen única y exclusivamente a explicar lo que pasa, entonces adelante con todas las consecuencias.
Cuando llegues a la Facultad, no te conformes con lo que te expliquen. Actúa como una profesional y ve siempre más allá de donde te deje el profesor. Deberás ser muy lista, muy ágil mentalmente y expresarte muy muy bien. Recuerda que tu única “arma” son las palabras -no hace falta que te explique las comillas, ¿verdad?-.
Cuando realices tus primeras prácticas o trabajos, párate a pensar en lo que tú piensas sobre el tema y, si no coincide con lo que dice tu superior, díselo, explícaselo, arguméntaselo. Con educación y respeto, pero díselo. Aquí aplicarás lo que aprendiste en la Facultad.
Cuando creas que el trabajo te impide profundizar en temas importantes, intenta convencer a tus jefes. Si no lo consigues después de varios intentos, has tocado techo y entonces has de unirte a otros profesionales para cambiar las estructuras.
No cambies de trabajo si no puedes, pero lucha por cambiar lo que no depende de ti. Asociáte a una asociación, colégiate en un colegio, afíliate a un sindicato, monta una red o haz lo que quieras, pero no te pares. Hay mucho trabajo por hacer. Es lo que tiene ser periodista. Nadamos contracorriente.