El 23 de abril es un día único. No es festivo pero la gente se echa a la calle. Ayer, pese a ser lunes, el tiempo acompañó y la ciudad acogió a un incontable número de personas. Barcelona se viste de gala y mientras unos lo detestan, otros (entre los que me encuentro) adoramos este día. Pasear por Barcelona el 23 de abril es una cosa que os recomiendo a todos los que no hayais estado nunca.
Para mí, Sant Jordi es uno de los mejores días del año. Las calles se llenan de rosas y de libros, y eso, en tiempos en los que la televisión e Internet comen el mayor número de neuronas a la sociedad es de agradecer. Se factura el 8% del total de libros vendidos en todo el año, y aunque la mayoría de los vendidos son mediáticos y hay gente que solo compra libros este día, más vale eso que nada.
Sant Jordi es el San Valentín de los catalanes. Éste último lo inventó el Corte Ingles, en cambio, la fiesta catalana parte de una leyenda. Es el día del amor, y se nota en la calle. Ayer, en la puerta de El Triangle cinco chicos esperábamos apoyados en la pared. Todos llevábamos por lo menos una rosa en la mano (y yo y otros muchos también un libro) y esperábamos, buscando entre la muchedumbre esos ojos que nos alegran el día.
Y Sant Jordi, por supuesto, además de rosas y amor es literatura. Es el Día Internacional del Libro, el día que se conmemora la muerte de Cervantes y Shakespeare (y de otros autores, no por ello menos importantes, como Garcilaso y Pla). Como es obvio, todos aquellos que disfrutamos con la lectura, el día del libro es un gran día. Descuentos del 10% en la mayoría de librerías y ofertas muy tentadoras de algunas paradas que hacen gastar más de lo que debería. Llegué a casa lleno de bolsas con libros y con la cartera vacía.
Por otro lado, los partidos políticos hicieron su fiesta y se hincharon - nunca mejor dicho - a regalar globos. Era bastante surrealista la imagen de un niño con tres globos, cada uno de un partido diferente. Las paradas de los partidos políticos y demás tonterías ideológicas no me merecían ningún respeto ayer entre las paradas de libros, pero cada año hay más. Además de las elecciones, podías votar por el derecho a la autodeterminación, ver a los seguidores de Marx, a los mormones... en fin, de todo y para todos.
Yo pese a todo, me quedo con el color que tiene Barcelona el día de Sant Jordi. Es especial, lleno de rosas y de libros, de amor y de letras.