Cuando se abren las puertas del metro, veo que sonríe. Pocas personas bajan, y muchas somos las que subimos, pero siempre me dirijo al mismo lugar. Allí me esta esperando ella. Le saludo y me responde con un tímido hola y una sonrisa. Me pregunta si he dormido bien y si ayer fue bien el día. Se dirige a mí como ese hermano pequeño que siempre he deseado tener pero que nunca he tenido.
Abro el periódico y entonces me pregunta qué pasa en el mundo. Yo le hago un resumen de los titulares del día y comentamos tanto el partido del Barça como las últimas declaraciones que ha hecho el alcalde. Después de un breve silencio sé que tengo que tomar la palabra. Carraspeo como el orador que va a iniciar un discurso ante un auditorio abarrotado e inició la explicación de todos los detalles que se ven desde nuestro asiento.
El hombre que se sienta enfrente lee el periódico y gruñe por debajo del bigote, maldiciendo a los políticos y asegurando a la mujer que se sienta a su lado que el mundo cada día va peor. Ella asiente y mira para otro lado, observando atentamente a toda la gente que sube y baja. Al otro lado del vagón se encuentran un grupo de ejecutivos, todos con corbata menos uno, que hace aspavientos con las manos y habla muy fuerte. A su lado, una madre lleva de la mano a su hijo, que arrastra una mochila llena de libros. Se bajan y a la vez sube un hombre con una densa barba y su bocadillo bajo el brazo. En la siguiente estación bajan todos los estudiantes que se dirigen a la universidad. Uno de ellos ha estado escuchando música todo el trayecto, otro ha estado leyendo un libro de Eduardo Mendoza.
Cada día le explico a Marisa que es lo que veo. En el tiempo que dura nuestro trayecto el vagón se convierte en una espectacular pantalla de cine. Narro todo lo que veo de la manera más detallada posible, ella se lo imagina y me ofrece una sonrisa de agradecimiento. Entonces empieza su turno. Antes de empezar siempre comenta que todos aquellos que nos desplazamos en metro a diario tenemos un pedacito de nuestras vidas en esos vagones. Nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestros planes de futuro. Todo eso cada día se sumerge en nuestro vagón. Tantos sueños e ilusiones como personas. Pero eso no se lo puedo explicar a Marisa, yo no puedo verlo. Sólo nos queda jugar a imaginar, a dibujar vidas en el aire. Es en ese momento cuando ella toma la palabra y me explica cientos de vidas imaginarias, dándole color y forma a los pensamientos de nuestros actores particulares. Desde el pequeño que sueña con ser futbolista hasta el ejecutivo que planea su próximo viaje a la India. Todos los actores tienen una vida, y ella las explica como si fueran reales. Quizá en muchos casos lo sea.
2 comentarios:
joder, impresionante este texto!!!! eres un crack tio
como diria alguien tengo la gallina en piel ;-)
un abrazooooooo
Te felicito por la forma k tienes de escribir las cosas... Es alucinante.
Solo decir ke yo cada dia tambien cojo esa linia roja hasta Torrasa... y le estoy pillando mania al transbordo de linia 5 a la linia 1 enserio jajajajaja
Pero bueno tu lo pillas a las 8 y yo a las 9... xD si algun dia ves a una flipada con el iPod esa soy yo jajajajaj
Besos y lo siento x el otro dia en el msn pero me jodio ke estubiesemos tanto rato callados... espero el mail ehh xD
Besooos
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